Hoy, tras haber dejado detrás
– y, porque no decirlo, haber mandado al cuerno- el 2020, nuestra mirada se
concentra en la Virgen María, a quien proclamamos Madre de Dios. Y es que María
es la Madre de Dios. Es la Virgen y Madre del Rey, elegida por Dios para que
llegaran a todos los hombres los bienes de la salvación eterna.
Por eso que, en el contexto
de las fiestas de Navidad en las que estamos, la Virgen María cobra hoy un
significado especial como la que ha traído a la Vida y ha dado al mundo al
Salvador. Pero en este día de Año Nuevo, el título de Madre de Dios se hace aún
más grande, pues la maternidad de la Virgen María tiene un carácter universal y
se extiende a toda la humanidad, porque María nos hace hijos en el Hijo.
Así pues, al comenzar un
nuevo año, nos ponemos bajo su protección. Hemos terminado un año fatídico,
ahora encaramos un 2021 en el que todo está por venir, un año que se abre con
dudas y oscuridades, pero también con pequeños rayos de luz y esperanzas. A lo
largo de estos 365 días habrá días mejores y días peores, días alegres y días
tristes. Días sobre los que iremos construyendo nuestra vida y nuestra historia;
y en ese camino nos encontramos a un Dios cercano que sabe mucho de nuestra
vida, un Dios que nos acompañará en nuestro camino y nos sostendrá en medio de
las dificultades y los obstáculos que encontremos.
Que el Señor, Dios de la paz,
nos colme de su paz y conceda a nuestro mundo el don de la reconciliación, el
silencio de las armas y el fin de las guerras. Que María, Madre de Jesucristo,
el Príncipe de la Paz y Madre de todos los pueblos, nos acompañe y sostenga en
el camino; y que San José y Santiago, con sus respectivos patrocinios, sean
nuestros guías en este año que comenzamos, y que ponemos en sus manos.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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