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sábado, 13 de junio de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDLI). Corpus Christi



La primera lectura de hoy nos explica la experiencia del pueblo de Israel durante su peregrinación por el desierto. Moisés les recuerda cómo, el Señor, los alimentó con el maná y llama su atención para que tengan presente que no solo de pan vive el hombre sino, sobre todo, de la palabra de Dios.
Pues bien, al igual que Moisés llevó a todo el pueblo de Dios a través del desierto hacia la Tierra prometida, e hizo que Dios lo alimentara con el maná para que no pereciera de hambre en su camino; hoy, Cristo, nuevo Moisés, nos da el verdadero maná, nos da el verdadero Pan del Cielo, que es su mismo Cuerpo y Sangre, para que caminemos por el desierto de este mundo y no muramos presas del hambre del consumismo desaforado, del indiferentismo religioso, del dinero, del placer, o del egoísmo individualista.
Y es que Jesús también ha bajado del cielo, como el maná, y ha sido enviado por Dios para ser alimento para todos los hombres y mujeres. Jesús identifica el pan con su carne y habla de comer su Carne y beber su Sangre, expresiones que son difíciles de entender fuera del círculo de los cristianos, pues es a través de la comunión sacramental con Él que comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre. Por eso, tenemos que tener clara una cosa, y es que, para ser verdaderos cristianos, para ser auténticos discípulos de Jesús, es necesario comulgar, participar del sacramento de la Eucaristía. Y que ninguno venga con las excusas de que es que... o que por no comulgar no se es mejor cristianos.... o que los que mucho comulgan son los peores...NO. Jesús lo dice hoy, pero bien clarico: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tenéis vida en vosotros. Por tanto, si no comulgamos, y eso quiere decir, comulgar no por las bravas, sino comulgar con las debidas disposiciones, sobre todo en gracia de Dios. Si no, nuestra vida no será más que pura fachada. Fachada de un edificio que a lo mejor es muy bonito por fuera, pero que por dentro será una auténtica y pura ruina.
Y san Pablo, en la carta a los corintios, que leemos como segunda lectura, nos recuerda que la Eucaristía es un don que, además, nos hace pueblo, comunión, Iglesia, porque los muchos que comemos del mismo Pan y bebemos del mismo Cáliz formamos un solo cuerpo. Por esto, el participar de la Eucaristía nos urge a la solidaridad. Más que a la solidaridad, que es una palabra tan manida y tan manipulada, os diría yo que nos llama a la fraternidad. Mirad, los cristianos no nos podemos desentender del hermano, sobre todo del pobre. Ya no podemos mirar hacia otro lado cuando sabemos que millones de hermanos pasan necesidad, encima, ante la que estamos viendo que se nos avecina. Por eso hoy, día del Corpus, es también el día de la Caridad, y el día en que de un modo especial Cáritas nos lanza un grito para socorrer a nuestros hermanos que pasan necesidad, sobre todo, a los más cercanos. Sepamos ser generosos y rascarnos el bolsillo.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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