
Pues
bien, al igual que Moisés llevó a todo el pueblo de Dios a través del desierto
hacia la Tierra prometida, e hizo que Dios lo alimentara con el maná para que
no pereciera de hambre en su camino; hoy, Cristo, nuevo Moisés, nos da el verdadero
maná, nos da el verdadero Pan del Cielo, que es su mismo Cuerpo y Sangre, para
que caminemos por el desierto de este mundo y no muramos presas del hambre del
consumismo desaforado, del indiferentismo religioso, del dinero, del placer, o
del egoísmo individualista.
Y es que Jesús también ha bajado del
cielo, como el maná, y ha sido enviado por Dios para ser alimento para todos
los hombres y mujeres. Jesús identifica el pan con su carne y habla de comer su
Carne y beber su Sangre, expresiones que son difíciles de entender fuera del
círculo de los cristianos, pues es a través
de la comunión sacramental con Él que comemos
su Cuerpo y bebemos su Sangre. Por eso, tenemos que tener clara una cosa, y es que, para ser
verdaderos cristianos, para ser auténticos discípulos de Jesús, es necesario
comulgar, participar del sacramento de la Eucaristía. Y que ninguno venga con
las excusas de que es que... o que por no comulgar no se es mejor
cristianos.... o que los que mucho comulgan son los peores...NO. Jesús lo dice
hoy, pero bien clarico: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis
su Sangre, no tenéis vida en vosotros. Por tanto, si no comulgamos, y eso
quiere decir, comulgar no por las bravas, sino comulgar con las debidas
disposiciones, sobre todo en gracia de Dios. Si no, nuestra vida no será más
que pura fachada. Fachada de un edificio que a lo mejor es muy bonito por
fuera, pero que por dentro será una auténtica y pura ruina.
Y san Pablo,
en la carta a los corintios, que leemos como segunda lectura,
nos recuerda que la Eucaristía es un don que, además, nos hace pueblo,
comunión, Iglesia, porque los muchos que comemos del mismo Pan y bebemos del
mismo Cáliz formamos un solo cuerpo. Por esto, el participar de la Eucaristía nos urge a la solidaridad. Más que a la solidaridad, que es una palabra
tan manida y tan manipulada, os diría yo que nos llama a la fraternidad. Mirad,
los cristianos no nos podemos desentender del
hermano, sobre todo del pobre. Ya no podemos mirar hacia otro lado cuando
sabemos que millones de hermanos pasan necesidad, encima, ante la que estamos viendo
que se nos avecina. Por eso hoy, día
del Corpus, es también el día de la Caridad, y el día en que de un modo especial
Cáritas nos lanza un grito para socorrer a nuestros hermanos que pasan
necesidad, sobre todo, a los más cercanos. Sepamos ser generosos y rascarnos el
bolsillo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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