La fiesta del Bautismo de Jesús que hoy celebramos
pone el broche final al ciclo de Navidad, a la vez que abre la primera parte
del Tiempo Ordinario, que viviremos a partir de hoy hasta la Cuaresma.
Primero de todo, nos tiene que quedar claro que el
bautismo de Juan no era el sacramento del Bautismo que hemos recibido nosotros.
Era un signo de conversión, de penitencia, de manifestar un deseo firme de
cambiar de vida. Jesús no necesitaba para nada ese signo. Pero lo hace. Se puso
a la cola, como si fuera un pecador más, solidarizándose con ellos, con todos
nosotros. Y vemos como Juan se resistía a bautizarle. Pero Jesús insiste en ser
bautizado por Juan. Insiste dejando claro que ese es el deseo de Dios. Y de
este modo, tras ser bautizado por Juan con agua, Dios Padre manifiesta que Él
es su Hijo amado, y envía sobre Él el Espíritu Santo, consagrándolo como su
Mesías, su ungido, su enviado.
Y es que el Bautismo de Jesús fue el pistoletazo de
salida a su vida pública. No se trata de los primeros años de su vida, sino de
los últimos. Durante treinta años estuvo preparándose para su misión de
anunciar la verdad de Dios entre los suyos no solo con palabras, sino con obras;
pasando por el mundo haciendo el bien.
Por eso que, tras ser bautizado por Juan el
Bautista, la vida de Jesús cambia. Ya no vuelve a Nazaret a vivir de su trabajo
en la carpintería que habría heredado de José, sino que en adelante, lleno del
Espíritu Santo, que desciende sobre Él, su vida, su persona y su palabra se
dedicarán durante tres años, a anunciar el Reino de Dios y su justicia, hasta
culminar su vida pública con su muerte y resurrección en Jerusalén.
Y si Jesús comenzó su vida pública con el Bautismo
de Juan, nosotros, por medio del sacramento del Bautismo, hemos comenzado
nuestra vida de cristianos. Nosotros, por medio del agua bautismal, hemos sido
bautizados con Espíritu Santo y fuego; hemos sido adoptados por Dios como
hijos. Por eso no podemos vivir un cristianismo anodino y mortecino, sino que
debemos encontrar fuerza, coraje y energía para anunciar el Reino de Dios, para
mostrar la grandeza de nuestro ser bautizados. Hoy día parece que nos da
vergüenza decir que somos cristianos y miembros de la Iglesia. ¡Pues que no nos
la dé, leñe! Sintámonos orgullosos de estar bautizados, orgullosos de ser
cristianos, orgullosos de tener a Dios como Padre y a la Iglesia como madre Sí,
a la Iglesia como madre, una madre que tendrá sus fallos y pecados, como los
tenemos todos; pero una madre que a todos nos quiere acoger y proteger, a pesar
de lo que muchos quieran empeñarse en negar, y de los comportamientos
vergonzantes de otros.
Y, como no, si tenemos a la Iglesia como madre,
tenemos también una Madre con mayúsculas, que es la Virgen María. Acudamos a
Ella, y pidámosle que nos alcance la gracia de vivir siempre con fidelidad la
gracia del Bautismo que hemos recibido, y que nos ha hecho y convertido en
hijos e hijas de Dios.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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