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miércoles, 1 de enero de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXXV). Solemnidad de Santa María Madre de Dios



Resultado de imagen de theotokosEl comienzo del año se envuelve en deseos de felicidad y bienes para todos los que queremos y para nosotros. Nos ilusiona imaginar el futuro como un tiempo mejor. Así siempre lo ha sentido el ser humano y por ello siempre ha acudido a Dios para que lo bendiga y poder alcanzar sus deseos, puesto que, sin la ayuda de Dios no alcanzaremos lo que anhelamos. Por ello, con la primera lectura, acudimos a Dios para que nos proteja, nos acompañe, nos ayude, nos defienda y nos bendiga para que todo nos vaya bien este año.
Y este primer día del año lo dedicamos a María. Ella nos ofrece a Jesús, el fruto bendito de sus entrañas. Ella, la Madre de Dios, ha sido, es y seguirá siendo el canal por el cual nos llegará la salvación también este año. Ella está en la entraña misma de la fe cristiana. Es por ello que al, coronar la Octava de Navidad, la liturgia nos presenta hoy el misterio del Enmanuel en su marco más exacto, que es el regazo maternal de María.
Y es que la celebración de la divina maternidad de María es el más antiguo y preciado de los títulos que la Iglesia reconoce en María. La bendita entre todas las mujeres nos alcanza la bendición en su Hijo muy amado, de tal manera que, como nos dice San Pablo, nos convertimos, por obra del Espíritu, en hijos y herederos. Esta bendición divina nos alcanza uno de sus frutos más preciados, que la paz. Y porque los cristianos queremos y buscamos la paz, por eso acudimos a María, Madre del Príncipe de la paz y Reina de la paz.
Y si habitualmente decimos año nuevo, vida nueva, hoy os propongo año nuevo, vida interior renovada. Y lo hago a través del ejemplo de María que, como nos dice el Evangelio, guardaba todas las cosas que pasaban y se decían en su corazón. Será bueno que este año que comienza nos propongamos dar pasos concretos en nuestra vida de fe, en nuestra vida espiritual, como por ejemplo, el rezar todos los días, el acercarnos a comulgar al venir a Misa, confesándonos para ello si es necesario –y si no es necesario, también será bueno que nos vayamos confesando durante el año, para sentir en el corazón la gracia de sentirnos abrazados por el perdón y la misericordia de Dios-. Por ello, este nuevo recorrido de nuestra vida lo hacemos de la mano de María. Dejemos que esté presente en nuestra vida, acudamos a Ella en todo momento y pidamos que, como madre, alimente nuestra vida de fe.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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