Tras tres semanas de ausencia debido a las circunstancias técnicas de evolución y transformación de Canal Romero en Abril Romero, de nuevo vuelvo a ocupar este espacio de evangelización, pues no hemos de olvidar nunca que los blogs romeros son espacios dedicados a fomentar la devoción auténtica a la Virgen María, y esa devoción la hemos de vivir dentro de la Iglesia, buscando en todo momento el plan y deseo de Dios sobre nuestras vidas. Y ese plan lo encontraremos reflexionando la Sagrada Escritura y participando en los Sacramentos.
Por eso, este espacio continúa allí donde se quedó. No empieza de cero, sino de cuatrocientos once -que se dice rápido-, pues Abril Romero es continuación de Canal Romero. Distinto nombre, pero una misma actividad y un mismo horizonte. Distinto equipo, pero aquí, mientras Dios me dé paciencia y aguante, estará un servidor dispuesto a aportar su grano de arena para acercar a Dios a vuestras vidas por medio de la intercesión de la Santísima Virgen de la Cabeza.
Y, sin más dilación, me meto en harina y en el meollo de la cuestión:
La liturgia de la Palabra de hoy nos invita a orar sin
desfallecer. La enseñanza de Jesús sobre la oración que escuchamos en el
Evangelio insiste en que debemos practicarla con fe y constancia, sin
desanimarnos por el momentáneo y aparente silencio de Dios; porque Dios no
desoye las súplicas de sus hijos, si son hechas de corazón, pues, como dice un
salmo: «los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan su
misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de
hambre».
Por tanto, debemos orar siempre, sin desanimarnos. Moisés y
la viuda de la parábola del Evangelio de hoy se nos presentan como modelo de
oración perseverante.
Y me gustaría que nos fijáramos
en un detalle. Mirad: el relato
de la primera lectura explica cómo la postura de los brazos de Moisés determina
el final de la batalla. Mientras Moisés los tiene alzados los israelitas ganan
pero, si los baja, pierden. Por esto, Aarón y Jur lo ayudan a mantener los
brazos en alto. Pues bien, el mensaje que nos quiere transmitir el autor del
libro del Éxodo es que hay que depositar la confianza en Dios -alzar los brazos
es símbolo de oración y de invocación a la divinidad- porque si lo hacemos
nunca nos deja solos. Por eso, como Aarón y Jur sostenían los brazos
de Moisés cada fiel y cada comunidad cristiana que eleva una súplica sincera
por los misioneros está realizando el mismo gesto, sosteniendo la labor evangelizadora
de la Iglesia.
Y es que sin anuncio, no puede suscitarse la fe. ¿Por qué
digo esto? Pues porque, como bien sabéis, hoy es el DOMUND, el día en el que
rezamos y colaboramos de un modo especial por y con las misiones. Por eso es
necesaria la predicación del Evangelio para que sea acogido en el corazón y
suscite la confianza en Dios. Y nosotros, con nuestra oración, con nuestra
ayuda económica, pero sobre todo, con nuestra concienciación de que todos
estamos bautizados y enviados para la misión, debemos sostener por detrás esa
labor que llevan a cabo en primera persona los misioneros, quienes, a tiempo y
a destiempo, proclaman y extienden por todo el mundo la palabra de Dios.
Vamos a pedirle a la Virgen María por todos ellos. Vamos a
pedirle también que nos llene a todos los bautizados de ardor y de pasión
misionera, de forma que, entre unos y otros, con la ayuda de la gracia de Dios,
hagamos que todos los rincones del mundo donde hay oscuridad se llenen de la
luz y el gozo que proyecta la presencia de Cristo Resucitado.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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