
Pero si hay una frase del evangelio con la que me querría
quedar hoy es con la última que le dice Jesús a Tomás, quien, para creer en la
resurrección, pedía ver y tocar...: «Bienaventurados los que crean sin haber
visto», dijo el Señor. Con esta «nueva» bienaventuranza, Jesús se refiere a los
cristianos de todos los tiempos que hemos creído en él sin haber asistido a
ninguna aparición de su cuerpo glorioso. Pero no podemos creer sin haber
experimentado, sin habernos encontrado con él de alguna manera. Mirad, el
evangelio de hoy nos muestra la importancia del ambiente comunitario; pues
Jesús se presenta cuando los discípulos se encuentran reunidos. Ellos, pues no
es que pusieran mucho de su parte: tenían las puertas cerradas por miedo a los
judíos, y los corazones... vete tú a saber cómo los tenían… Pero se habían
congregado. Y Jesús se les hace presente. Y de la misma manera el domingo
siguiente: nueva reunión y nueva aparición. Vale la pena que lo pensemos cuando
se nos hace cuesta arriba la constancia en la misa de cada domingo. Es cierto
que nuestras reuniones dominicales no reúnen siempre las mejores condiciones,
pero desde los tiempos apostólicos son el marco en que Jesús se ha querido
hacer presente de manera habitual en medio de la comunidad reunida. Si no
asistimos a ellas, nos lo perdemos.
Pidámosle, pues, a la Virgen María que la luz de Cristo
Resucitado ilumine nuestras dudas y miedos; de modo que pasemos, como Tomás, de
la fe de los dedos, a la fe del corazón, esa fe que no necesita ver para creer.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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