Los textos que proclamamos hoy, especialmente la
lectura apocalíptica y el evangelio, muestran que una de las conclusiones que
los primeros cristianos sacaron de la experiencia pascual es que el amor vence
sobre la muerte y el odio.
La visión del Apocalipsis nos presenta la nueva
sociedad o familia de los hijos de Dios. En ella abunda la paz, la fiesta y la
alegría. Se trata de un mundo renovado en profundidad por la obra de
Jesucristo, de una propuesta nueva, alternativa, a la sociedad de hoy. Y eso es
lo que tenemos que ser nosotros, los cristianos, la Iglesia, el Pueblo de
Dios... Porque el deseo de Dios es una humanidad santa, un universo nuevo,
porque es nuevo el corazón de los humanos, donde Dios enjugará las lágrimas de
sus ojos, y en la que ya no habrá ni muerte, ni llanto, ni luto, ni dolor...
porque el primer mundo ha pasado.
Y para eso, tenemos una herramienta, una hoja de
ruta, como está de moda decir hoy, que es el mandamiento del amor. Si queremos
comenzar a construir ya aquí el cielo nuevo y la tierra nueva del Apocalipsis,
es necesario que ya ahora seamos aquellos que enjugan las lágrimas de los demás
estando a su lado, acogiendo, compadeciendo, sirviendo, en lugar de ser los que
hacen verter lágrimas a los demás por nuestro egoísmo, por nuestra falta de
amor...
También es verdad que se habla mucho del amor. Pero
muchas veces llamamos «amor» a formas y maneras que no son sino una manera de
degradarlo. Sin embargo, en las palabras de Jesús nos queda claro de qué amor
se trata cuando él nos dice que debemos amar. Se trata del amor con que él amó;
del amor puesto en práctica por Él mismo. Es su manera bien concreta de amar.
No son palabras, son hechos, no es teoría, es vida. Es un amor universal, sin
fronteras; es un amor centrado en el otro, que nos ayuda a salir de nosotros
mismos, un amor que nos hace pensar, en primer lugar en lo que le ocurrirá al
otro, no en lo que nos ocurrirá a nosotros si lo amamos o no lo amamos; es un
amor que no hace cálculos y no espera recompensas, un amor gratuito y generoso.
Es un amor que ama hasta dar la vida por todos.
Pues que Santa María, la Virgen, nos ayude a todos
a vivir el mandamiento nuevo, o mejor dicho, el regalo de ser capaces de
amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.
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