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lunes, 29 de abril de 2019

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CCCXCII). Domingo III de Pascua



El evangelio de hoy narra la tercera aparición de Jesús resucitado a los discípulos a orillas del lago de Galilea, con la descripción de la pesca milagrosa. En el texto vemos como Simón Pedro se fue a pescar y sus amigos le acompañaron. No era nada de extrañar, pues ése era su trabajo. Sin embargo, en esta ocasión todo era distinto. Era distinto porque tanto Pedro como los demás discípulos se sentían descorazonados, tristes y desanimados. Todo lo que parecía posible con Jesús al lado se convierte, en su ausencia, en una quimera. Nada tiene sentido, sólo queda seguir como siempre. Así que vuelven a su vida de todos los días con poca ilusión y un peso grande en sus almas. Están, como muchos de nuestros contemporáneos, con sensación de vacío y sin esperanza.
Resultado de imagen de pesca milagrosa resucitadoLo que no se esperaban era que Jesús se les apareciera allí, en su tarea cotidiana. Pero lo hace. Allí, en aquel amanecer, tras una noche sin pescar nada... allí se hace presente el amigo amado.
Pues mirad. En este episodio evangélico podemos ver muy bien reflejada la realidad de la Iglesia, de todos los discípulos de Cristo, cuando nos ponemos a hacer las cosas sin pensar en Él. ¡Cuántas veces hemos hecho planes pastorales que han resultado un tremendo fracaso! ¿Y por qué? Pues porque los hemos hecho confiando sólo en nosotros mismos, sin escuchar la voz de Dios... Y ahí vemos el resultado: la red vacía. Sin embargo, cuando en otras ocasiones todo parecía imposible, y nos hemos limitado a hacer las cosas sencillas de siempre, rezando y sin hacer grandes planes, sino poniéndonos sinceramente en las manos de Dios, se han obtenido grandes frutos. Y es que, al fin y al cabo, tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres, pues Dios es y será siempre quien obre el milagro en el mundo y en las almas.
Pidámosle a Santa María, la Virgen, en este mes de mayo, que sepamos escuchar la voz de Jesús, y reconocerle como el Señor, para que, como los primeros discípulos, salgamos con el corazón renovados para ser testigos de la resurrección en nuestra vida de cada día.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.


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