PRESENTACIÓN DEL PREGONERO
JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ DÍAZ conocido como "Chumari" por los amigos, nació en Andújar el 22 de noviembre de 1993, cursando sus estudios en el colegio de la Salle de dicha ciudad. Cursó los estudios de periodismo en la Universidad de Sevilla, siendo actualmente Graduado en Periodismo por dicha Universidad.
José María es cofrade desde su nacimiento, y miembro de varias cofradías de Pasión, entre ellas la Esperanza de Andújar y las Siete Palabras de Sevilla -de la cual es pertiguero-. Y de Gloria, especialmente destacando en la Cofradía Matriz de la Virgen de la Cabeza, sentimiento cofrade que lleva dentro de su sangre, y que muestra palpablemente siendo abanderado de la Virgen de la Cabeza y miembro del Coro de la Cofradía Matriz, además de ser miembro de la Peña Romera “Rincón del Arte”.
Pocas palabras son necesarias, pues, para presentar a alguien conocido por la inmensa mayoría de los romeros.
PREGÓN SEMANA SANTA 2015
De repente
aquí estamos. Tras los carnavales, miércoles de ceniza y las sucesivas semanas
de Cuaresma nos plantamos aquí, a tan solo siete días para tocar la gloria con
el amanecer del Domingo de Ramos. Es en esta última semana, cuando la mayoría
de nosotros empezamos a hacer nuestros plannings con nuestros amigos para ver a
esta cofradía en tal calle, a esta otra en la estrechez de tal sitio o a tal
palio en tal esquina, que todos los años es precioso. Y en los pueblos más
pequeños, es en estos días cuando los más guerrilleros se organizan para tras
la procesión de la borrica, ir a la capital de la provincia correspondiente
porque, a la hora de ver cofradías pasa como con rezar, cuantas más mejor.
Los más
carcas o dramáticos, esos que le tiran indirectas a los niños en Reyes de quién
les traen los regalos, se empecinan estos días –cuando no durante toda la
Cuaresma– en decir como Leonardo Di Caprio antes de hundirse el Titanic “esto
se acaba”. Cuando todavía no tenemos ni el programa de cofradía en la mano… No
hace falta recordar que, tan pronto como eliges la camisa, pantalón y chaqueta
que te vas a poner el Domingo de Ramos, estas tardes de verano a pesar de ser
más largas pasan más deprisa que la Morenita por la cuesta que da a la plaza
del arco y nos plantamos de golpe y porrazo en Viernes Santo y entonces, si lo
decimos todos, esto ya se acaba.
-- El que se ha puesto carca y dramático
has sido tú José…
Tienes
razón, me he ido por los cerros de Úbeda adelantándome a los acontecimientos.
En fin, por donde iba. Dentro de una semana, será Domingo de Ramos y
estrenaremos Semana Santa. Estrenamos el aire, la luz, el sol, la mañana, el
viento, el fuego de cera, capirotes, sandalias, cinturones de esparto, mantillas,
rosarios, sayas, bordados, costales e ilusiones nuevas. En estos días no se
razona. Se siente nada más. Se vive y no se recuerda. Ahora lo más que
recordamos es donde vimos a cada cofradía el año anterior. En estos días queda
lejana toda cuestión posterior. Unos no piensan en la Selectividad ni en las
clases y otros no piensan en el día a día del trabajo ni en esta crisis que nos
azota. Por eso, lo que menos hacemos estos días es buscarle la lógica a este
asunto de las procesiones que a más de un fiscal y capataz le cuesta una
bronca.
Es inútil
buscarle raíces teológicas o históricas. Nace la Semana Santa en sí misma, para
ella misma y por sí misma. Nace y crece como una planta. La plantamos hace
treinta y tres días un miércoles, dentro de una semana germinara, durará siete
días y en ese tiempo, levanta el tallo, florece, fructifica y se marchita.
Empieza cuando el cura da la misa de palmas en la parroquia y termina cuando
los nazarenos que protagonizamos esto nos desvestimos en nuestras casas. Y hasta
el año que viene.
Y aunque la Semana Santa existe desde siempre, independientemente de que salgan o no las cofradías a la calle, ¿se renovaría la primavera de igual forma sin los pétalos de rosas que se desparraman de los techos de los palios? Por supuesto que no. La Semana Santa no sería lo mismo si no manifestásemos nuestra devoción en la calle. La expresividad del culto externo, de las estaciones de penitencia, de las manifestaciones de Fe, de los desfiles procesionales –que todo esto constituyen nuestras cofradías– va a depender de las sagradas imágenes y de las escenografías que las arropen, de los pasos, de las insignias y enseres pero también y mucho del comportamiento de la hermandad en la calle como singulares instituciones y del de todos los elementos humanos que las conforman. Porque, no se trata solo de los rezos que hacemos a nuestros Titulares. Se trata de que el forastero se impresione por la magnitud de nuestra devoción que manifestamos en la calle.
Por eso, en
las cofradías las formas de ser y de presentarse no han de ser idénticas, sería
empobrecer nuestros ritos en la manera que cada una tiene de entender esto,
pero sí hay que adecuarse al respeto que nos inspiran las imágenes. Se
preguntan los guiris ¿Cómo es que hay alegría en las calles si esa historia se centra
en la muerte y el dolor? Nada de eso. La mayoría de cofradías muestran y deben
seguir haciéndolo la alegría y el gozo experimentado en las vivencias
religiosas por una Fe que nos da felicidad en nuestra vida. Por eso podemos estar
reconfortados antes de la salida aunque Jesús vaya detrás muerto. Por el
bienestar que sentimos y nos provocan las enseñanzas que Él nos dejó. Esta es
una fiesta religiosa que sabe de penitencia, sufrimiento y muerte en la Cruz,
pero conoce la realidad de la Resurrección como suceso final de lo
representado. Satisfacción y gozo por doquier por compartir la alegría de
acompañar a Dios por nuestras calles y a la Virgen que es Madre, Medianera y
para colmo guapa.
Pocas veces
la visión de la muerte la tenemos tan repetida en sólo siete días. Es una
sugerencia que anticipa la eternidad prometida. Cuando la vida se escribe en
partituras de las bandas de música y se plasma en la belleza de los bordados y
el cariño con el que los priostes montan los pasos y funden la cera de los
palios, no hace falta recurrir al Génesis para saber que esto, tan maravilloso
que se nos ha dado, nos lo da ha dado Cristo de la muerte buena y eterna.
Cristo que nos da fuerzas para seguir adelante en la vida porque está con
nosotros hasta el fin de los días. Que la muerte que se hace patente en estos
días no es el final, es solo una forma de acordarnos más aun del que lo pasa
mal. Qué la muerte no es el final, nazarenos, porque se es cristiano y cofrade
todo el año.
Que la
muerte no es el final, ni si quiera de la Semana Santa, porque proclamáis el
triunfo de la Santa Cruz en la Jerusalén de Andalucía.
José María González Díaz.
CANAL ROMERO
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