En la antigüedad, las civilizaciones se encargaban de fortificar sus ciudades para protegerse de los enemigos pero, para los marbellíes que en su época vivían al amparo de las murallas de la ciudad, la robusta protección de piedras que les rodeaba no era suficiente. Necesitaban de algo que tranquilizara su espíritu. Por ello, ciudadanos y mandatarios se encargaron de bendecir las entradas del recinto amurallado con hornacinas de santos y vírgenes de devoción popular. Una huella de la fe católica que tras la Reconquista predominaba entre la población y que, a día de hoy, mantiene una docena de estas imágenes entre las calles del casco histórico de la ciudad como uno de sus principales símbolos.
La colocación de estas hornacinas no es casual, pues se sitúan en las distintas puertas de entrada a la ciudad, por lo que además son una buena señal para conocer la extensión de una fortificación invadida hoy por los edificios. Hacer una ruta siguiendo las distintas imágenes católicas es hacerlo por la historia de Marbella.
Muy cerca del Mar Mediterráneo
La fortificación, que fue construida entre los siglos IX y X, se enmarcaba dentro del Plan Urbanístico de Protección que el Califato de Córdoba planteó para la costa malagueña.
Los cristianos que siglos después expulsaron a los musulmanes de dicha construcción, supieron valorar la importancia de este baluarte y lo hicieron suyo, adaptándolo a sus costumbres y tradiciones.
Muy cerca del Mar Mediterráneo
La tercera y última apertura de las murallas era la Puerta de la Mar, situada en la actual avenida Ramón y Cajal, lugar hasta donde llegaba el agua del Mediterráneo. Incrustada en la puerta y cerrando el círculo de protección divina, se encontraba la Virgen de la Cabeza. «Cuando en el siglo XIX los restos de la muralla impedían la expansión urbana, las autoridades locales decidieron derribar esta entrada y, para que la Virgen no cayera con ella, un vecino pidió instalarle una hornacina en la fachada de su casa, situada a sólo unos metros en la misma calle Enrique del Castillo», narra el miembro de Cilniana. Según Moreno, todos los indicios apuntan a que esta talla proviene de tiempos de la Reconquista, cuando los Reyes Católicos sacralizaban todas las ciudades y llevaban consigo a sus propios santos.
«Aunque no se conoce a ciencia cierta por la escasez de documentos que lo atestigüen, se cree que algunas de estas hornacinas provienen de la época de la Reconquista. Por otra parte, también era habitual que los vecinos colocaran en sus fachadas las imágenes en las que más creían. La única hornacina oficial del casco antiguo es la que se encuentra en el Ayuntamiento», argumenta.
Este rico patrimonio, que para unos es objeto de devoción religiosa y, para otros, monumentos que embellecen las calles de Marbella, necesita ser apoyada. «Desde Cilniana reivindicamos que se preserven las hornacinas y se pongan en valor, como un atractivo más de la ciudad y de nuestra historia. Sería muy bueno que se colocaran paneles con información al pie de cada imagen, porque son monumentos que afortunadamente se conservan desde hace bastantes años y sirven para dar sentido a nuestras calles», solicita convencido Moreno. Visto desde cualquier perspectiva, no cabe duda de que el carácter principal de las murallas y el castillo que se asentaba en la antigua 'Marballa' era defensivo, algo que se mantuvo durante mucho tiempo y fue aprovechado, de distintas formas, hasta el siglo XIX.
Gaspar Parras, administrador de Canal Romero, junto a la Hornacina |
Los cristianos que siglos después expulsaron a los musulmanes de dicha construcción, supieron valorar la importancia de este baluarte y lo hicieron suyo, adaptándolo a sus costumbres y tradiciones.
Artículo y Fotos: Gaspar Parras
CANAL ROMERO
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