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jueves, 2 de noviembre de 2023

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DCXXII). Conmemoración de todos los fieles difuntos.



Posiblemente hoy venga a nuestra memoria y a nuestro corazón el recuerdo de nuestros seres queridos que ya partieron de este mundo. Y una buena manera de recordarlos es precisamente lo que estamos haciendo ahora, el rezar por ellos. Y es que rezar por los difuntos se basa fundamentalmente en la esperanza de la de la resurrección, en la creencia firme de la resurrección de la carne y de la vida eterna que confesamos en el Credo. Sólo desde esta convicción, sólo desde esta fe, podemos mantener la esperanza cierta de que la experiencia humana está llamada a una vida en plenitud, a una vida de felicidad eterna.

De hecho, las lecturas de hoy son un mensaje de esperanza para los que recordamos la muerte de nuestros familiares y amigos, y nos preparan a nosotros para nuestro encuentro un día con Dios. La muerte no es el final. Como nos dice San Pablo, «si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor».  No vivimos para morir. La muerte no supone el final de la existencia. Vivimos para el Señor. Morimos para resucitar en el Señor y compartir su propia vida. Por tanto, hoy es un día para confesar nuestra fe en la resurrección. No celebramos la muerte, sino la vida; sabiendo que los que han muerto viven para siempre y que han traspasado las fronteras del tiempo. Por ello nuestra oración es una oración para que esa vida eterna sea una vida en plenitud.

Mirad, tenemos asumido que la experiencia de la muerte es una realidad que forma parte de la existencia del ser humano. Sin embargo, «aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad».  Por eso, al mismo tiempo que hoy suplicamos de un modo especial a Dios que admita en el reino de su gloria a las almas nuestros hermanos difuntos, le pedimos también, por intercesión de la Virgen María, que nos fortalezca en la fe y avive nuestra esperanza en la vida eterna. Requiem aeternam dona eis, Domine; et luz perpetua luceat eis.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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