Posiblemente hoy venga a nuestra memoria y a nuestro corazón
el recuerdo de nuestros seres queridos que ya partieron de este mundo. Y una
buena manera de recordarlos es precisamente lo que estamos haciendo ahora, el
rezar por ellos. Y es que rezar por los difuntos se basa fundamentalmente en la
esperanza de la de la resurrección, en la creencia firme de la resurrección de
la carne y de la vida eterna que confesamos en el Credo. Sólo desde esta
convicción, sólo desde esta fe, podemos mantener la esperanza cierta de que la
experiencia humana está llamada a una vida en plenitud, a una vida de felicidad
eterna.
De hecho, las lecturas de hoy son un mensaje de esperanza
para los que recordamos la muerte de nuestros familiares y amigos, y nos
preparan a nosotros para nuestro encuentro un día con Dios. La muerte no es el
final. Como nos dice San Pablo, «si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos,
morimos para el Señor. En la vida y en la muerte somos del Señor». No vivimos para morir. La muerte no supone el
final de la existencia. Vivimos para el Señor. Morimos para resucitar en el
Señor y compartir su propia vida. Por tanto, hoy es un día para confesar
nuestra fe en la resurrección. No celebramos la muerte, sino la vida; sabiendo
que los que han muerto viven para siempre y que han traspasado las fronteras
del tiempo. Por ello nuestra oración es una oración para que esa vida eterna
sea una vida en plenitud.
Mirad, tenemos asumido que la experiencia de la muerte es
una realidad que forma parte de la existencia del ser humano. Sin embargo,
«aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la
futura inmortalidad». Por eso, al mismo
tiempo que hoy suplicamos de un modo especial a Dios que admita en el reino de
su gloria a las almas nuestros hermanos difuntos, le pedimos también, por
intercesión de la Virgen María, que nos fortalezca en la fe y avive nuestra
esperanza en la vida eterna. Requiem aeternam dona eis, Domine; et luz perpetua
luceat eis.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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