La pregunta que nos tenemos que hacer hoy todos y cada uno
de nosotros es ¿qué tipo de tierra soy? O dicho de otro modo: ¿Escucho
verdaderamente lo que me dice Jesucristo?
Mirad, corremos el riesgo de quedarnos con lo que nos gusta
de la Palabra de Dios, y dejar de lado u olvidarnos totalmente de cuando esta
Palabra nos marca alguna exigencia.
Y la Palabra de Dios tiene nombre: Jesucristo. Jesucristo es
la Palabra de Dios por excelencia. Él es esa Palabra que sale de la boca de
Dios de la que nos habla el profeta Isaías en la primera lectura, una palabra
que cumple sus deseos.
Ahora bien... ¿Qué tipo de tierra somos cada uno de
nosotros? Porque, Jesucristo nos acaba de hablar en la proclamación de la
Palabra. Así nos lo enseña desde antiguo la doctrina cristiana, que afirma
claramente que Jesucristo está presente en la palabra que se proclama en la
celebración de la Eucaristía. ¿Escuchamos su palabra o nos limitamos a
oírla?¿Dejamos que penetre en nuestro corazón, o por el contrario, en cuanto
salimos por la puerta de la iglesia al acabar la Misa ya ni nos acordamos de lo
que dicen las lecturas que se han proclamado en la celebración?
Por eso tenemos que ser sinceros con nosotros mismos, y
pedir a Dios que cuide de la tierra de nuestro corazón, que la riegue y la
enriquezca sin medida. Tenemos que pedirle que sepamos escuchar su
palabra:¡Señor, enséñame a escucharte!¡Ayúdame a escucharte! Que bonito sería
que cada vez que venimos a Misa nos quedásemos aunque solo fuera con un
versículo de la Escritura que escuchamos, y lo fuéramos repitiendo en nuestro
interior a lo largo del día, rumiándolo, dejando que el Señor riegue los surcos
de nuestro corazón.
Ojalá el escuchar este texto del evangelio nos ayude a todos
y a cada uno de nosotros a poner más atención en la escucha de la Palabra de
Dios, y así poder ir viviendo el mensaje evangélico mientras caminamos y
esperamos la manifestación gloriosa de Jesucristo.
Pidámosle a la Virgen María -hoy es el día de la Virgen del
Carmen-, que dejemos que la Palabra de Dios cale, gota a gota, en nuestra vida,
de forma que el mensaje salvador de Jesucristo nos empape totalmente, y todos y
cada uno de nosotros, sin excepción, demos frutos de santidad.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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