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sábado, 16 de octubre de 2021

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXXXIII). Domingo XXIX del Tiempo Ordinario

 


La liturgia de la palabra de este domingo tiene un hilo conductor que recorre todas las lecturas, y que es el sacerdocio de Cristo. Y es que Jesús es el Mediador entre Dios y los hombres, el Redentor, el que ofrece un sacrificio que perdona los pecados. Pero mirad, el sacrificio que ofrece Jesús para el perdón de los pecados no es de ovejas ni cabras, ni de ningún otro tipo de víctimas expiatorias, sino que es su propia vida; toda su vida es entregada por nosotros.

Y este nuevo sacerdocio de Cristo tiene que marcar también las actitudes que definen a sus discípulos, a los que Jesús enseña con su vida y con su ejemplo, afirmando tajantemente que «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

Así pues, lo que importa de verdad es servir como Jesús, amar como Jesús y entregarnos como Él a la misión de transformar este mundo y anunciar su mensaje. Ahora es el momento de vivir con pasión las ocupaciones y quehaceres de cada día, ofreciéndolos al Padre a través de su Hijo Jesús. Y no nos olvidemos que en el grupo de Jesús la grandeza se demuestra poniéndose a lavar pies, y que los primeros puestos han de ser puestos de servicio a los demás. Y Jesús es el que va a dar ejemplo de todo esto con su propia vida, con su entrega en la cruz y con su resurrección, pues en la muerte de Jesús en la cruz, el servicio llega a su punto máximo.

Pidámosle, pues, a la Virgen María, nuestra Madre, que todos sepamos vivir ese sacerdocio que hemos recibido en el bautismo, entregando la ofrenda de nuestra vida en el mundo, transformándolo con la fuerza del Evangelio, en una comunidad de hermanos.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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