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sábado, 10 de julio de 2021

REFLEXIONES DE LA PALABRA (DXIX). Domingo XV del Tiempo Ordinario

 

 
Una idea común recorre los textos que proclamamos hoy, que se centran especialmente en el aspecto vocacional y misionero. Y es que Dios, que, como dice san Pablo, nos ha elegido para que seamos santos, también nos propone la tarea evangelizadora y profética a la que no podemos renunciar. Dios nos confía y pone en nuestras manos la iniciativa para colaborar con Él y anunciar su mensaje en nuestro mundo.
Mirad, a lo largo de la historia de la salvación, Dios ha elegido hombres y mujeres, a los que encargarles una misión. Y así como vemos en la primera lectura que el profeta Amós, un sencillo pastor, fue sacado del cuidado de su rebaño para ser enviado a profetizar, aunque las autoridades se lo prohíban; también nosotros hemos sido sacados de una vida destinada a la muerte, y por medio del bautismo, hemos sido incorporados a Cristo y asociados a su misión.
Por tanto, nuestra tarea evangelizadora tiene que ocupar el primer lugar de nuestro compromiso creyente. Hoy, como ayer, todos seguimos siendo enviados a anunciar la salvación de Dios en nuestro mundo. Como Dios envió a los profetas, y como Jesús envió a los doce de dos en dos, también nosotros somos llamados y enviados a dar testimonio con nuestra vida, de la fe que profesamos y del evangelio que hemos recibido. Eso sí, siempre desde la sensatez y el discernimiento de las diversas situaciones y contextos sociales en los que vivimos, y siempre, siempre, en comunión con la Iglesia, porque si no, correremos el peligro de anunciarnos a nosotros mismos, en vez de anunciar a Jesucristo.
Y para anunciar a nuestro Señor, está claro que necesitaremos la fuerza del Espíritu Santo que nos anime y de la Eucaristía que nos fortalezca. Pidámosle a Santa María que nos dé hambre del Pan de la Palabra de Dios y del Pan de la Eucaristía, y un corazón misionero, para extender el reino de Dios en nuestros ambientes más cercanos, entre nuestros familiares, entre nuestros amigos y vecinos, empezando por nuestro pueblo y por nosotros mismos.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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