Las lecturas que escuchamos hoy nos invitan a
descubrir el amor de Dios hecho luz y cruz. Nos invitan a contemplar la cruz
como signo de salvación y del amor de Dios, pues el camino de la cuaresma no lo
podemos recorrer sin la cruz, ya que con ella y en ella descubrimos a Cristo
que ilumina la vida de todo creyente, y la luz que emana de la cruz nos indica
el camino a seguir. Por eso se nos invita a seguir la estela de la cruz, se nos
invita a mirarla y así contemplar nuestra salvación.
Mirad, en estos domingos de Cuaresma, recordamos en la
primera lectura las etapas principales de la historia del Antiguo Testamento.
Hoy en concreto se nos recuerda un momento triste, un momento de ruptura. Es el
final de los años en los que Israel había sido gobernado por los reyes
descendientes de David.
Sin embargo, este hecho de la historia de Israel nos ayuda a comprender
que no hay ningún acontecimiento de nuestra historia que escape al designio de
salvación que Dios tiene sobre nosotros. Y es que incluso aquello que
consideramos que nos perjudica, que es un mal, que parece que va en nuestra
contra (como lo era el exilio babilónico para los israelitas), es una ocasión
para que Dios muestre, en el tiempo, su acción salvífica; lo cual nos muestra
que la Providencia de Dios está tejida entre los hilos de la historia, de
manera que todo forma una trama de historia de salvación para los hijos de
Dios.
Por su parte, la segunda lectura, de la carta a los efesios, pone de
manifiesto que la reconciliación con Dios no es obra de nuestros esfuerzos ni
de nuestra voluntad, sino que es ofrecida por Dios gratuitamente. San Pablo
recuerda a los efesios que el gran amor que Dios nos tiene nos ha salvado.
Y así llegamos al texto del Evangelio, en el que el diálogo de Jesús
con Nicodemo resalta el amor de Dios para con nosotros, y lo hace impartiendo
toda una catequesis sobre la salvación. Dios quiere que todos los hombres se
salven y ama a todos los hombres hasta el extremo de dar la vida de su Hijo.
Toda la historia es expresión del amor de Dios; del amor de un Dios que nos ama
incondicionalmente y con un amor tan grande que le lleva a entregar la vida; de
un amor que no condena, sino que ofrece la salvación a todo que el obra el
bien, a quien prefiere la luz y abandona la tiniebla del pecado.
Seguramente que Nicodemo se enteraría de poco cuando Jesús le dijera
estas cosas. Pero seguro que al mirar la cruz, entendió todo este diálogo con
el Maestro, y comprendería por fin que Dios salva y es amor entregado; y
entendería que la cruz es la expresión más grande del amor de Dios a los
hombres, y que mirar la cruz es encontrar al Salvador.
Pues que la
Virgen María nos ayude para que la Cuaresma que estamos viviendo nos acerque
más a ese Dios que, por amor a todos y cada uno de nosotros, entregó a su Hijo.
Que nuestra respuesta sea una vida bondadosa y generosa para con todos,
haciendo del mandamiento del amor nuestra norma universal.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, bienvenid@ a Abril Romero. Deje su mensaje o saludo.