Seguimos avanzando en el camino cuaresmal, recorriendo este
camino de conversión personal y comunitaria. Conversión que necesita expulsar
de nuestro interior aquello que no nos deja vivir el encuentro con Dios y, por
tanto, nos impide experimentar su amor. Y es que, sin darnos cuenta, hemos
llenado nuestro corazón de tenderetes económicos, sociales, de diversión... y
hemos dejado poco espacio para que sea un lugar de acogida del Señor.
Por eso que la escena de la expulsión de los mercaderes del
templo nos recuerda el valor auténtico y profundo que debemos dar a Dios,
invitándonos a hacer de nuestro corazón un templo donde adorarle y amarle. Un
lugar donde tenga su morada permanente. Y, si, como dice la copla «el cariño
verdadero ni se compra ni se vende», la fe y el seguimiento al Señor ni se
compran... ni se venden.
Mirad, hoy, en el comportamiento de Jesús tenemos un ejemplo
de exigencias y de valentía en el obrar. Si de verdad somos sus seguidores, no
podemos ser cristianos «descafeinados», sino que debemos tomar decisiones y
adoptar medidas de las que no debemos renunciar nunca. En estos momentos, de un
modo especial, se nos exige una actitud de compromiso radical, aunque no sea
políticamente correcto como único modo de mostrar lo que somos y creemos. Y es que el tiempo en que vivimos está muy
alejado del mensaje del Evangelio. Hemos caído en una dinámica en la que lo que
cuenta a ojos del mundo es el tener, el poder y controlar. Y en un mundo así, la relación
entre las personas se convierte en una carrera por conseguir lo necesario para
sobrevivir y ser valorado según los criterios de la sociedad. Ante esta triste
realidad, la segunda lectura nos ha recordado que el criterio del cristiano es
muy distinto, ya que nosotros no buscamos ni signos ni sabiduría, sino que tan
solo buscamos a Cristo crucificado, necedad y escándalo para los hombres.
Por tanto, tengamos en cuenta que las cosas de Dios no
permiten las medias tintas; que el amor de Dios es lo más valioso que tenemos;
que cada uno de nosotros formamos parte del templo de Dios y es posible que de
nuestro interior tengamos también que arrojar todo aquello que confunde nuestra
vida creyente, aquello que nos impide ser totalmente ser hijos e hijas de Dios.
Porque, no nos engañemos, seguro que también hemos llenado el corazón y nuestra
fe de cosas materiales, de baratijas que desvirtúan el auténtico sentido
creyente. Por eso deberemos arrojar de todos nosotros toda la mercancía que nos
impida dar auténtico culto a Dios. Necesitamos látigos que vuelquen los
chiringuitos que tenemos montado a la hora de vivir la fe, la oración y los
sacramentos... , tenemos que echar
fuera cualquier intento de vivir la fe con criterios mundanos, reconocer
nuestra pequeñez y reconocer que sin Cristo no podemos vivir, y que nuestra
vida depende de que Él sea el centro de nuestra existencia.
Buen, pues en este tiempo tan propicio para reflexionar
sobre el modo en que seguimos las huellas del Señor y asumimos lo que entraña y
significa la cruz, la Virgen María sale a nuestro encuentro como madre, modelo
y auxilio. Que Ella nos ayude, pues, para que seamos celosos de las cosas de
Dios y con valentía, quitemos todo aquello que no nos lleve a Jesucristo,
verdadero templo de Dios.
Y que María, nuestra Virgen de la Cabeza, siga ayudando a este pobre pecador que esto escribe. Parece que fue ayer cuando en Canal Romero, web previa y madre de Abril Romero, empecé a publicar estas "Reflexiones de la Palabra", que no son sino la homilía que preparo para los domingos, cogiendo de aquí y de allí, y metiendo algo de mi propia cosecha. Digo que parece que fue ayer, y esta publicación es la número 500. Que María me dé ánimos y fuerza para poder seguir haciendo este pequeño esfuerzo de publicar estas homilías. Ha habido ocasiones en que han sido leídas por poquísimas personas, otras veces por muchas. No me preocupa el número; sino que, ojalá, estas palabras toque a alguien para que busquen la Palabra verdadera, que es la Palabra de Dios, y así, por medio de esta Palabra, y con la intercesión de la Virgen María, se vayan acercando cada vez más a Dios, y sean verdaderos y buenos devotos de la Virgen María.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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