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lunes, 20 de abril de 2020

III RELATO III Segunda parte del Minicuento "La Virgen de la Cabeza y el Niño"

La Virgen de la Cabeza en traslado, a su paso por la calle José María González, en Andújar. 2009  

Érase aquel último domingo de abril, silencioso, solitario. Las lágrimas de la Virgen pintaban de gris aquel cielo tormentoso y oscuro.

Como un rayo de luz, el niño de la Virgen irrumpió en el camarín de su madre. Emocionado y feliz comenzó a decirle:

“Mamá, ahora entiendo por qué me dijiste que nunca tenemos que perder la fe en nuestros romeros. 

Los pajarillos de la sierra me han dicho que han estado en Andújar estos días, y han podido ver cómo se llenaban los balcones de colgaduras. El jueves de romería, los mismos balcones se adornaron con flores de papel y nos hicieron una ofrenda desde sus casas. El viernes de romería, la gente estaba cantando en sus salones y patios, en familia, y escuchando la Morenita. Y hoy mamá, domingo de romería, nuestros romeros están rezando. Esperándonos. Recordando cada momento en el que nos han tenido cerca. Cada momento vivido. Esperanzados en que nos volveremos a ver”

Sin esperar respuesta de su madre, el niño de la Virgen volvió a hablar:

“Mamá, quiero volver a Andújar. Quiero volver a jugar con esos jóvenes niños tamborileros, ver cómo airean esas banderas de medio metro, mientras que tú hablas con los abuelitos y curas a la gente enfermita que tan mal lo está pasando.”

La Virgen, le dijo al niño entre lágrimas:

“Hijo mío, qué más me gustaría a mi, que poder ir a Andújar a ver a todos mis romeros que están enfermitos, mayores, ver a mi pueblo... pero nosotros no nos podemos mover de aquí solos.”
Jesús, inocente, cabezota y que nunca se rendía le dijo a su madre:
“Y qué necesitas para poder bajar a Andújar mamá? Yo te lo buscaré”

La Virgen, melancólica le respondió:

“Los fuertes hombros de mis anderos que aguantan cada noche debajo de mis andas, que montan firmes cadenas por los senderos y cuestas para poder llevarnos son mis pies. Mis romeros, que me acompañan andando y cantando con sus voces que alegran toda la serranía son mi voz. Mis cofrades, de todos los confines del mundo que tantas labores realizan cada año, incansables, son mis manos. Y mi pueblo... mi pueblo que espera impaciente que llegue cada año abril... mi Andújar... mi Andújar son mis ojos. Los ojos de la fe”

Pensativo, Jesús miró a la sierra, y levantándose corrió a un establo cercano de donde sacó un borriquillo.

Atónita, la Virgen no podía entender lo que pretendía su niño con un viejo borriquillo, y antes de que pudiera preguntar, Jesús le dijo:
“Mamá, ya te dije que nunca iba a dejar que estuvieras triste, y si tengo que traer a nuestros romeros aquí para que puedas volver a caminar por tu sierra, por tus caminos, hasta llegar a nuestro pueblo, así lo haré.

Te prometo que cuando todo esto pase, Andújar volverá entre barullos, cantes, palmas y lágrimas a por nosotros. Confía en mi. Un borriquillo no puede con los dos pero sí podrá conmigo que soy pequeño y peso poco”.

Y ataviado con un traje de corto y una gorrilla campera, arreando a su borriquillo Jesús bajó a Andújar, y entró en cada casa, como un torrente de vida, llegando al corazón de cada romero, cada cofrade, cada hijo de María, y llenándolos de vida, fe y esperanza, llenándolos de pureza, de luz, y animándolos a emprender de nuevo caminos con Ella, en hermandad, como antaño se vivía...

Y en un mar de corazones, cargada en los hombros de cada uno de sus hijos, acompañada de guitarras y voces rotas llenas de vivas, María Santísima de la Cabeza y su bendito niño, travieso, valiente y portador de la fe, volverán a bendecir veredas, en una nueva primavera donde toda esta guerra habrá terminado y donde regresarán a aquella tierra entre olivos, a su humilde pueblo, siempre lleno de promesas... Tu pueblo madre, el que nunca perdió la fe en ti... Andújar te verá caminado por sus calles Madre, y ahí estaremos todos tus hijos para verlo... Contigo, por ti y siempre....

VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA



Autora: Alba González.
ABRIL ROMERO

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