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domingo, 12 de abril de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXLIII). Domingo de Resurrección



Hoy celebramos el centro de nuestra fe: la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Es el día más grande y solemne del año. Como cantamos en el salmo responsorial, “este es el día en que actuó el Señor”; es el día en que somos renovados de nuestros miedos y dudas.
Tenemos por delante nuestra cincuenta días por delante para profundizar en el mensaje de la Resurrección, para ir descubriendo la experiencia de ser testigos del Cristo vivo, cuya presencia nos anuncia la llama encendida del cirio pascual. Cincuenta días para crecer en la santidad de vida y anunciarla a los demás. Pero eso sólo podremos hacerlo si hay un encuentro verdadero con el Resucitado. Y es que, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, nuestra visión de la vida ha de cambiar tras acoger la vida del Resucitado. Ya no podemos ser derrotistas. No tenemos derecho a ver el futuro negro. No. Aunque las cosas estén muy torcidas y no veamos la luz al fondo del túnel. Como dice la canción del Dúo Dinámico que estamos cantando estos días desde nuestras ventanas y balcones para agradecer a los servicios sanitarios y de seguridad, y también a tantas personas que están realizando una labor callada y silenciosa que nadie valora, ni valorará...Resistiré. Si, hermanos, ante las pruebas de la vida, resistiremos, porque nos apoyamos en Cristo Resucitado. Aunque los vientos de la vida soplen fuertes... Aunque nuestros  sueños se nos rompan en pedazos... Aun cuando nos cueste mantenernos en pie... E incluso cuando estemos a punto de volvernos locos... Resistiremos. Y resistiremos porque Cristo tiene la última palabra. Cristo que, como anuncia Pedro en la primera lectura, y sigue anunciando hoy la Iglesia, murió y resucitó, como anunciaban las Escrituras. Resistiremos, porque la tumba está vacía. Resistiremos, porque Cristo es la Resurrección y la Vida. Resistiremos, porque Cristo es el Señor de la historia, y la historia de la humanidad, y también la nuestra, está llamada a tener un final feliz.
Es cierto que esta victoria aún no se ha manifestado en tantos ámbitos de nuestro mundo, pero el signo de la tumba vacía nos muestra que no hay pecado que no pueda ser perdonado, ninguna injusticia que no pueda ser reparada, ninguna muerte que no engendre nueva vida. Por esto, los cristianos resistimos y resistiremos, celebramos la Pascua cada día y vivimos con gozo y esperanza, asidos a esta verdad que mana de la fe, iluminados por esta luz que nace del fondo de la tumba vacía del Señor.
Y es que la resurrección muestra que Jesús es el Hijo de Dios y que nos podemos fiar de sus palabras y acciones. Por eso, tengámoslo claro. En la situación difícil de pandemia en la que vivimos, no estamos solos. No estamos solos; porque Dios está con nosotros. Cristo está junto a nosotros. Uno podrá morir a solas, pero no morirá solo, pues Dios estará a su lado. La oración de la Iglesia estará a su lado. Y Cristo es el vencedor de la muerte, y por eso, la muerte no tiene la última palabra, sino que la tiene Dios con su amor y su potencia superior a la muerte.
Queridos hermanos, la intensidad de estos días no termina hoy, sino que a partir de hoy hemos de llevar a la vida cotidiana lo que hemos vivido y lo que creemos tras el encuentro con el Resucitado.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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