
Hoy no celebramos la Eucaristía. Por eso el altar no tiene
mantel, para significar que la mesa hoy no está puesta, pues es un día
penitencial en el que recordamos la pasión y muerte del Señor en el madero de
la cruz, donde Cristo fue entregado a una muerte cruel.
De este modo, como en Jerusalén aquel primer Viernes Santo,
la celebración de hoy es memoria viva de la hora de Jesús, de su supremo acto
de amor, de la humillación del Todopoderoso y del sacrificio del Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo.
Y es que el sacrificio de Cristo en la cruz no es solo el
acto de amor de un hombre que sufre y da su vida por los demás. Esto ya por sí
solo sería admirable y tendría un gran mérito, no lo dudemos. El sacrificio de
Cristo en la cruz es sobre todo un acto de amor a Dios, una entrega sin
reservas a su voluntad, un acto de confianza en el plan de salvación que había diseñado para toda la
humanidad. Jesús sabe que solo entregándose se cumple la redención. Pero en la
cruz, Jesús da mucho más que su vida. En la cruz Jesús da todo lo que es y todo
lo que tiene: su dignidad divina y humana, su obediencia al Padre, su perdón,
entrega a su madre como madre a toda la humanidad...
Por eso, el Calvario es un derroche de regalos de Dios a la
humanidad... Nunca Dios fue tan generoso con los hombres como aquel Viernes
Santo de la plenitud de los tiempos. Había dado al pueblo de Israel la libertad
de la esclavitud de Egipto, le dio una tierra que manaba leche y miel, le dio
una Ley y una alianza, le dio reyes y profetas..., pero nada de esto es
comparable al regalo más sublime y perenne de todos, que es la vida, ofrecida
en sacrifico, de su propio Hijo.
Por eso la cruz se levanta hoy ante nuestros ojos para que
la contemplemos con corazón sentido y espíritu repleto de fe. La cruz es en el
fondo, un signo victorioso, donde Jesucristo murió para darnos vida. Que al
contemplar hoy la cruz de la salvación, reconozcamos las cruces de nuestra
existencia, de nuestra propia condición humana, y las cruces que arrastra el
mundo de un modo especial, la cruz de la debilidad, de la impotencia y de la
enfermedad, que durante estas semanas se ha hecho tan patente en el mundo...
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero
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