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viernes, 10 de abril de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXLII). Viernes Santo



La celebración de la Pasión del Señor, los oficios, como la conocemos popularmente, es ante todo una celebración en la que nos sumergimos en el dolor de la pasión y en la contemplación de Jesús crucificado y muerto, que nos lleva a adorar la Santa Cruz, signo de salvación.
Hoy no celebramos la Eucaristía. Por eso el altar no tiene mantel, para significar que la mesa hoy no está puesta, pues es un día penitencial en el que recordamos la pasión y muerte del Señor en el madero de la cruz, donde Cristo fue entregado a una muerte cruel.
De este modo, como en Jerusalén aquel primer Viernes Santo, la celebración de hoy es memoria viva de la hora de Jesús, de su supremo acto de amor, de la humillación del Todopoderoso y del sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Y es que el sacrificio de Cristo en la cruz no es solo el acto de amor de un hombre que sufre y da su vida por los demás. Esto ya por sí solo sería admirable y tendría un gran mérito, no lo dudemos. El sacrificio de Cristo en la cruz es sobre todo un acto de amor a Dios, una entrega sin reservas a su voluntad, un acto de confianza en el plan de  salvación que había diseñado para toda la humanidad. Jesús sabe que solo entregándose se cumple la redención. Pero en la cruz, Jesús da mucho más que su vida. En la cruz Jesús da todo lo que es y todo lo que tiene: su dignidad divina y humana, su obediencia al Padre, su perdón, entrega a su madre como madre a toda la humanidad...
Por eso, el Calvario es un derroche de regalos de Dios a la humanidad... Nunca Dios fue tan generoso con los hombres como aquel Viernes Santo de la plenitud de los tiempos. Había dado al pueblo de Israel la libertad de la esclavitud de Egipto, le dio una tierra que manaba leche y miel, le dio una Ley y una alianza, le dio reyes y profetas..., pero nada de esto es comparable al regalo más sublime y perenne de todos, que es la vida, ofrecida en sacrifico, de su propio Hijo.
Por eso la cruz se levanta hoy ante nuestros ojos para que la contemplemos con corazón sentido y espíritu repleto de fe. La cruz es en el fondo, un signo victorioso, donde Jesucristo murió para darnos vida. Que al contemplar hoy la cruz de la salvación, reconozcamos las cruces de nuestra existencia, de nuestra propia condición humana, y las cruces que arrastra el mundo de un modo especial, la cruz de la debilidad, de la impotencia y de la enfermedad, que durante estas semanas se ha hecho tan patente en el mundo...


Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero

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