Hoy Jesús habla claro sobre el cumplimiento de la ley y los
profetas, y nos dice cuáles son las consecuencias de no cumplir con ello.
En
la lectura evangélica de hoy descubrimos cómo Jesús no viene a abolir la
ley del Antiguo Testamento, sino a llevarla a la plenitud. Jesús
da a la ·ley su auténtico valor. De hecho, todo el Antiguo Testamento y sus
leyes se cumplen en Jesús. Él realiza su auténtica dimensión. No solo la
cumple, sino que lleva todo a la plenitud. Por eso que los
cristianos, siguiendo a Jesús, no hemos de ser cumplidores de mínimos sino de
la totalidad. Por ser fieles al Reino de Dios hemos de vivir en plenitud el
cumplimiento de la voluntad de Dios.
Los ejemplos del evangelio de hoy nos presentan el texto
bíblico del mandamiento de Dios, y nos exhortan a su cumplimiento radical y
absoluto. Cristo nos ofrece tres ejemplos del mandamiento y de su
interpretación según el espíritu de la Nueva Alianza.
Primero nos recuerda que se dice: «no matarás»; pero Jesús
afirma que ese mandamiento quiere decir no solo no quitar la vida a otros, sino
también no vivir con odio e ira hacia los demás. Luego nos indica que se dice: «no
cometerás adulterio»; señalando que ese mandamiento no solo quiere decir no
tomar la mujer de otros, sino también no desearla, no cometer adulterio en el
corazón. Y finalmente, frente al mandamiento de no jurar en falso, Jesús nos
dice que no tenemos que jurar en absoluto, que nos basta decir sí o no.
Y es que Jesús, en el evangelio de hoy, nos presenta un
desafío. Nos desafía a no ser simplemente cumplidores, sino a buscar la
perfección. Nos invita a que, en esa elección libre que siempre está delante de
nosotros, para elegir el bien o el mal, no nos limitemos simplemente a no hacer
el mal, sino que eligiendo el bien, elijamos hacer lo mejor. Nos invita
a cumplir los preceptos por amor a Dios y al prójimo, no por mero
cumplimiento. Hoy, en definitiva, se nos invita a escuchar esta
Palabra de Dios para decidimos seria y personalmente por el Reino de Dios.
Pidámosle, pues, a la Virgen María que sepamos abrir nuestro
corazón a la sabiduría de Dios, para ser así capaces de transformar nuestra
vida por medio de la gracia del Señor, y hacer nuestro mundo más fraterno y más
humano, según el plan de Dios.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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