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martes, 24 de diciembre de 2019

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXXIII). Solemnidad de la Natividad del Señor



Resultado de imagen de natividadEl misterio de la Navidad nos deja sin palabras. El misterio de la Encarnación es tan grande y tan profundo que no tenemos palabras para explicarlo.
Hoy la Liturgia nos lleva a Belén, junto al pesebre, donde reposa el divino Rey y reafirma que todo el misterio de la salvación se funda en el Nacimiento de Cristo según la carne; y nos invita a contemplar la gloria de Dios y vivirla desde la esperanza y con alegría. Y es que la gloria de Dios es aquel Niño que ahora contemplamos en el pesebre, acompañado del amor de María y José. La gloria de Dios es Jesús, hombre como nosotros, carne de nuestra carne. La gloria de Dios es la paz, la vida, la esperanza para la humanidad entera. Porque Dios nos ama con un amor inmenso.
Por eso, hoy podemos decir que nuestra historia tiene, desde ahora, un destino feliz, un final lleno de esperanza. Aunque experimentemos constantemente la debilidad, la tristeza y el fracaso, la presencia de Dios entre nosotros nos debe llenar de alegría; pues la Navidad es tiempo de música, de sonrisas, de abrazos, de palabras llenas de cariño... y no porque sea moda, sino porque lo exige la presencia de Dios a nuestro lado. Manifestemos nuestra alegría que debe ser el marco donde vivir como creyentes la Navidad. No podemos celebrar de otra manera la llegada de Dios a nuestro mundo. Radiantes, gozosos, contentos de que Dios se digne hacerse como nosotros y quiera compartir nuestra vida...
Abrámosle nuestra vida para acogerlo, abrámosle nuestra familia para que forme parte de ella, abrámosle nuestro corazón para que lo llene con su presencia de amor. Acojámoslo con sonrisas y cánticos. Digámosle: Bienvenido a nuestra casa, bienvenido a nuestro corazón.


Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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