Este domingo tan especial para nosotros, porque abre la
Semana Mayor de los cristianos, tiene dos momentos muy señalados, que son la
procesión y la celebración de la Eucaristía, donde las lecturas nos hablan de
la pasión, muerte y glorificación del Señor.
A primera vista, parece haber contraste: por un lado, vemos triunfo y
alabanzas a Jesús cuando entra en Jerusalén y, por el otro, entrega, oscuridad
y muerte en la Pasión.
Sin embargo, en el plan salvador de Dios, la muerte y la vida,
el fracaso y el triunfo, la oscuridad y la luz, están relacionados; pues
Cristo, el Salvador glorioso y resucitado, tuvo que pasar primero por una
pasión y muerte abominables. Por eso, acompañar hoy a Cristo en la procesión
implica ir también con Él a la pasión y entrega plena a la voluntad del Padre.
Y es que el triunfo de Jesús es la resurrección, no el
reconocimiento exterior de la nación judía, ni de los pueblos del mundo. El
triunfo de Jesús es hacer la voluntad del Padre, es su entrega sin límites a
los demás Así lo señala también san Pablo, que nos afirma que Cristo, «actuando
como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz».
Así, la cruz es el descenso total, el aparente fracaso, pero
en ella descubrimos el triunfo que Jesús propone ante el mal, ante el odio y
ante la muerte, que es el amor.
Fijaos en una cosa.
Durante estos últimos tres domingos, hemos ido viendo en el Evangelio distintas
parábolas en las que Jesús nos muestra su misericordia. Hoy, en la cruz, Jesús, alcanza la cumbre de la
misericordia cuando pide el perdón para sus verdugos al decir:
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Ya había dicho que hay que
poner la otra mejilla, ya había dicho que había que perdonar al enemigo...
¿También a los verdugos? Pues sí, porque solo el perdón es fuente de vida.
Que Santa María nos ayude, pues, a todos nosotros a vivir
estos días santos de tal modo que «al nombre de Jesús toda rodilla se doble en
los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo
Jesús es Señor para gloria de Dios Padre».
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.
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