Queridos Romeros y peregrinos que caminamos juntos hacia una Iglesia misionera:
Pregonar la Semana de Pasión, es pregonar la luz de Cristo, que nos acompaña en cada momento y que en esta Semana Santa se hace especialmente presente en nuestro ser y en nuestro sentir.
Miguel Ángel Solas león durante una Misa en la Basílica |
Cuando la luz de la mañana ilumina la sierra y los primeros rayos de sol visten de oro las gotas de rocío en los pinos y las jaras, uno puede imaginar con facilidad a la Madre caminando con nosotros y contándonos la historia de Amor y salvación que supuso la Pasión, Muerte y Resurrección de su Divino Hijo.
Mirad con el amor con que María muestra a Jesús y cómo muestra sus sentimientos de orgullo y de satisfacción cuando recuerda como lo recibieron en Jerusalén como a un profeta con ramos y con cánticos. Jesús montado sobre un pollino, nos recuerda a los antiguos profetas y reyes de la historia de Israel y con solemnidad y a la vez con sencillez entra en cada una de nuestras vidas para bendecirlas y salvarlas. Sólo la luz de Cristo que viene a nuestra vida pude hacer que nuestro ser vibre y cante. Y con Ella, nosotros cogemos también nuestras palmas y nuestros ramos y alabamos juntos a Cristo que viene: HOSANNA EN EL CIELO. HOSANNA EN EL CIELO. Ramos y palmas que nos recuerdan a las banderas y estandartes, que, como en Jerusalén, sacamos con alegría el Sábado de Romería para llenar con su colorido la Calzada en honor a Cristo y a su Madre, como se llenaron de verde las calles de la ciudad santa en el Domingo de Ramos.
Podemos sentarnos con nuestra Morenita en el camino, junto a San Ginés, para tomar fuerzas renovadas, y mirarla con la alegría con la que comparte con sus romeros el alimento que, como el pueblo de Israel en el desierto, nos anima y alienta. María comparte con nosotros la Eucaristía y recuerda el inmenso Amor de su Hijo que quiere quedarse con nosotros para ser alimento en nuestro caminar cotidiano. Como en aquella noche de Jueves Santo, también en cada momento nos reunimos para celebrar juntos el misterio de la fe, la Eucaristía. Y nuestro corazón se acelera con el de la Madre cuando piensa en el momento en el que todos los peregrinos y romeros nos unimos ante el altar de Dios para celebrar juntos la Eucaristía, en la mañana siempre radiante del Domingo de Romería y en el amor inmenso de Cristo, que se nos reparte y que se ofrece para nosotros, como hizo en esa noche Santa del Jueves Santo con sus Apóstoles. Pero María con gesto de gravedad nos recuerda, que la Eucaristía nos compromete en la fe y en el servicio a los que nos rodean y a los que nos necesitan. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. Es en la Eucaristía donde los cristianos podemos realizar el mandato de Cristo de perpetuar su Sacrificio eternamente.
El rumor de las aguas que corren alegres y vivas en lugar nuevo, la tierra que hace de nuestro caminar un continuo canto a María, hace que ella recuerde, con sentimiento de inseguridad y esperanza como a su Hijo, a ese niño pequeño que tiene en sus brazos, pocos años después, se lo arrebataron en la noche oscura, entre la arena del huerto de los olivos, similar a la de nuestro camino, para llevarlo a ser juzgado, contemplad a la Virgen que camina con nosotros y que, como el peregrino muestra al lado de la carretera la figura radiante del santuario, Ella muestra la figura lejana de su Hijo, que cautivo libera a la humanidad. Nuestra Divina compañera de camino sufre la cautividad de su Hijo en los cautivos de nuestro tiempo, en los pobres, en los pequeños, en los olvidados, en los ancianos, en todos aquellos que sufren la cautividad de una sociedad que vive y te valora por lo que tienes y no por lo que eres. ¿A QUIÉN BUSCÁIS? ¿A QUIÉN BUSCÁIS? Es en esos cautivos de hoy donde podemos nosotros resarcir a Aquel, que siendo rey se hace mendigo, que siendo libre se hace cautivo, que siendo victoria se hace fracaso, para que nosotros podamos vivir con fuerza y esperanza nuestros propios cautiverios.
Llegamos a los caracolillos, el camino nos cansa y nos agota, pero nuestra madre del Cielo que nos acompaña, nos va empujando y en su regazo empezamos a subir, en cada piedra, en cada revuelta, ella nos recuerda el sacrificio de su Hijo, que sube hasta el Calvario con la Cruz a cuestas y que cargado con nuestros pecados recorre cansado pero seguro la vía dolorosa, Unámonos romeros a los sentimientos de Amargura y Consuelo que la Madre muestra viendo así a su niño del alma; contemplad como ella desearía en ese momento cogerlo entre sus brazos y llevarlo como lo hizo cuando era pequeño. Y llegando al Calvario, con toda la Iglesia el Viernes Santo por la tarde celebramos la pasión de Cristo, muerto por amor, muerto para la vida. Nuestra Madre mira a Cristo con amor y con ternura; y nosotros, Romeros, como San Juan, a su lado, contemplamos la entrega del Amor de Dios que es levantado en la Cruz para que todos nosotros podamos levantarnos con Él y vivir nuestras cruces. Sentid las manos temblorosas de la Madre que ve la entrega de su Hijo y que siendo la mujer fuerte, necesita de nuestros brazos para apoyar su dolor, mientras contempla a Cristo en la Cruz. MIRAD EL ÁRBOL DE LA CRUZ DONDE ESTUVO CLAVADA LA SALVACIÓN DEL MUNDO. MIRAD EL ÁRBOL DE LA CRUZ DONDE ESTUVO CLAVADA LA SALVACIÓN DEL MUNDO. Es en ese árbol de la Cruz donde se ha derramado por nosotros y por muchos el perdón de nuestros pecados.
Pero la oscuridad y sacrifico del camino, se hace luz radiante y antorcha encendida al llegar a los pies de la Madre que, triunfante, nos muestra sus sentimientos de alegría y de paz al ver que el sacrificio de nuestro Salvador se ha completado con su Resurrección. Cristo vive y en su vida hemos resucitado todos. Hemos llegado hasta el lugar sagrado donde la Vida se celebra y donde Cristo vivo nos espera para mostrarnos a su Madre, que nos ha acompañado en el camino y que victoriosa muestra orgullosa y alegre el fruto de su vientre, que nos ha salvado y liberado: de la oscuridad a la luz, del pecado a la misericordia, de la esclavitud a la libertad. Y es fácil imaginar, entre romeros y carretas, entre vítores y llantos de emoción a la Virgen paseando por su cerro, caminando con sus romeros, anunciando que su Hijo vive y que está con nosotros siempre. LUZ DE CRISTO. LUZ DE CRISTO. Luz que nos invita a seguir siempre como comunidad caminando unidos para hacer de nuestra pertenencia a la Iglesia una experiencia misionera. Anunciar su presencia liberadora con nuestra vida es la mejor forma de vivir a Cristo que está en nuestra vida.
Queridos Romeros, vivamos de la mano de los sentimientos de María nuestra madre esta Semana de Pasión, en nuestras comunidades parroquiales, preparándonos para el momento en el que la alegría de Cristo resucitado la podamos vivir juntos, pronto, como una Iglesia que unida camina hacia el Cerro del Cielo.
Miguel Ángel Solas León
Abril de 2017
CANAL ROMERO