Vemos en la lectura del Evangelio de hoy como en la sinagoga
de Cafarnaún continúa el largo discurso de Jesús sobre el Pan de Vida que
empezamos a escuchar el domingo pasado. Y como casi siempre que Jesús habla con
los judíos, salta la polémica. Hoy vemos que cuando dice «Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo», los judíos manifiestan su incredulidad, poniendo en
entredicho la persona de Jesús refiriéndose a sus orígenes absolutamente
normales: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre ya su
madre?». ¿Cómo puede decir Jesús que ha bajado del cielo? Murmuraban entre ellos porque había dicho
que era el pan bajado del cielo, y se lo miraban con escepticismo porque no
veían más que un hombre normal y corriente, hijo de una familia sencilla de
Nazaret. Quizá lo podían aceptar como profeta o como hombre bendecido por Dios
con el poder de hacer milagros. ¡Pero era evidente que no podía haber bajado
del cielo!
Y es que para los
judíos de entonces era tan difícil aceptar que un hombre como ellos, que ni
había sido reconocido por las autoridades, viniera de Dios; así como lo es para
nosotros que un bocado de pan, que ni lo parece –porque vamos a ser francos,
las formas que utilizaos para la Misa, bien poco saben a pan-, se convierta en
el cuerpo de Cristo. Pero aquí está la clave de la cuestión, en reconocer que
Jesús es Dios y hombre verdadero, y que, por tanto, para Él nada hay imposible.
Pues bien: El mismo
Jesús del Evangelio se hace presente bajo las especies del pan y vino
eucarísticos. Y al igual que en la primera lectura vemos como el profeta Elías
recibe del cielo alimento y el mandato de comer, porque el camino que tiene que
recorrer es superior a sus fuerzas, nosotros recibimos de Dios la Eucaristía y
el mandato de alimentarnos con ella, porque el camino que tenemos que recorrer
para la vida eterna es también superior a nuestras fuerzas, y necesitamos la
ayuda de Dios para llegar a buen fin. Por eso, comer el pan de vida, su Carne y
Sangre, es dejar que Jesucristo continúe viviendo en nosotros para que continúe
haciendo lo mismo que vemos en el Evangelio: dar vida al mundo para que el
Reino de Dios sea cada vez más cercano.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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