Hoy, solemnidad de la Asunción, nos unimos a tantas
generaciones que felicitan a la Virgen María, la Madre de Dios, ya que en Ella
han visto culminada la obra de la salvación, pues celebramos que en la llena de
gracia vemos realizadas todas nuestras esperanzas de eternidad y que el destino
final que Dios nos tiene preparado es la vida eterna en plenitud.
Por eso, la palabra de Dios nos invita a ver en la primera
lectura, del libro del Apocalipsis, a la Virgen María, la mujer vestida de sol,
coronada de estrellas y con la luna bajo sus pies, que da a luz a Cristo,
vencedor de las fuerzas del mal, pues con su resurrección, Jesucristo ha
vencido al pecado y a la muerte y lleva a la victoria tras de sí a todos los
que aceptan su camino.
Así pues, hoy miramos a la Virgen María como vida y
esperanza nuestra. La miramos con la esperanza de que Ella nos ayudará con su
intercesión a seguir sus pasos y a participar de su mismo destino, que es el
cielo, la felicidad eterna, la gloria sin fin. Pero hasta llegar a ese momento,
tendremos que pasar, como pasó Ella, por las dificultades de la vida, incluida
la muerte, que ha sido vencida por Cristo por su muerte y resurrección.
Que Ella vuelva hoy, como siempre hace, hacia nosotros, sus
ojos misericordiosos; para que, cuando nos llegue el paso inevitable de la
muerte, nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre, y con su intercesión
y ruegos, nos ayude a que podamos gozar eternamente de las promesas de nuestro
Señor Jesucristo.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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