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sábado, 4 de abril de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXL). Domingo de Ramos en la Pasión del Señor



La liturgia de este día nos introduce de lleno en la Semana Santa, en estos días en los que vamos a rememorar y actualizar el Misterio Pascual de Jesucristo, los acontecimientos centrales de nuestra fe, culmen de todo el año litúrgico de la Iglesia.
No puedo negar que hoy me sienta raro... Raro porque el Domingo de Ramos lo asociamos en los pueblos a un día de fiesta, con su procesión y el bullicio de los niños con los ramos y las palmas llevando caramelos y chucherías, y teniendo que mantener un poco el control en la celebración... Pero este año, es diferente... Y esa diferencia nos puede ayudar a no despistarnos y a profundizar en lo que hoy celebramos.
Así pues, hoy hemos comenzado la celebración conmemorando la entrada triunfal del Señor en Jerusalén, pero ya al comienzo de la Misa, liturgia da un vuelco radical y nos sitúa ante la contemplación de la pasión y muerte de Cristo.
Los textos de la misa de hoy son de gran belleza y profundidad. En primer lugar, Isaías, en el canto del Siervo del Señor, dice de él que no ha sido capaz de resistir la llamada de Dios y de todo lo que esto implica de sufrimiento y de malos pasajeros, ya que sabe que el Señor lo ayuda y no lo abandona, ya Dios es su refugio y su defensor. A la par, el Salmo de hoy es uno de los más impresionantes de todo el salterio. Jesús mismo, desde la cruz, grita: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Mmm., «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?... ¿Quién no se ha dirigido a Dios con estas palabras en momentos de oscuridad en la vida? A lo mejor en estas circunstancias que nos está tocando vivir hemos clamado a Dios de la misma manera, con la sensación de que nos ha dejado de lado y pasa de nosotros...
Sin embargo, el Domingo de Ramos nos recuerda que el verdadero triunfo de Cristo tuvo lugar en la cruz. Por eso, en los momentos duros y difíciles de la vida, no tenemos que olvidar que el crucificado es el Hijo de Dios, el Rey, al que aclamamos triunfante entrando en la ciudad santa de Jerusalén... El que, siendo Dios, se hace hombre y muere en la cruz y por eso, Dios lo exalta y todo el mundo se arrodillará ante Él.
Ya sabemos que esta Semana Santa va a ser especial y peculiar, vivida en casa. Que esta Eucaristía sea el principio de unos días de Semana Santa y de una fiesta de Pascua en los que Jesús nos pueda decir: «Haré la cena pascual en tu casa» y que pongamos nosotros así, a su disposición la casa de nuestra vida, una vida con esperanza y amor.

Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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