
No puedo negar que hoy me sienta raro... Raro porque el
Domingo de Ramos lo asociamos en los pueblos a un día de fiesta, con su
procesión y el bullicio de los niños con los ramos y las palmas llevando
caramelos y chucherías, y teniendo que mantener un poco el control en la
celebración... Pero este año, es diferente... Y esa diferencia nos puede ayudar
a no despistarnos y a profundizar en lo que hoy celebramos.
Así pues, hoy hemos comenzado la celebración conmemorando la
entrada triunfal del Señor en Jerusalén, pero ya al comienzo de la Misa,
liturgia da un vuelco radical y nos sitúa ante la contemplación de la pasión y
muerte de Cristo.
Los textos de la misa de hoy son de gran belleza y
profundidad. En primer lugar, Isaías, en el canto del Siervo del Señor, dice de
él que no ha sido capaz de resistir la llamada de Dios y de todo lo que esto
implica de sufrimiento y de malos pasajeros, ya que sabe que el Señor lo ayuda
y no lo abandona, ya Dios es su refugio y su defensor. A la par,
el Salmo de hoy es uno de los más impresionantes de todo el salterio. Jesús
mismo, desde la cruz, grita: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
Mmm., «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?... ¿Quién
no se ha dirigido a Dios con estas palabras en momentos de oscuridad en la
vida? A lo mejor en estas circunstancias que nos está tocando vivir
hemos clamado a Dios de la misma manera, con la sensación de que nos ha dejado
de lado y pasa de nosotros...
Sin embargo, el Domingo de Ramos nos recuerda que el
verdadero triunfo de Cristo tuvo lugar en la cruz. Por eso, en los momentos
duros y difíciles de la vida, no tenemos que olvidar que el crucificado es el
Hijo de Dios, el Rey, al que aclamamos triunfante entrando en la ciudad santa
de Jerusalén... El que, siendo Dios, se hace hombre y muere en la cruz y por
eso, Dios lo exalta y todo el mundo se arrodillará ante Él.
Ya sabemos que esta
Semana Santa va a ser especial y peculiar, vivida en casa. Que esta Eucaristía sea el principio de unos días de
Semana Santa y de una fiesta de Pascua en los que Jesús nos pueda decir: «Haré
la cena pascual en tu casa» y
que pongamos nosotros así, a su
disposición la casa de nuestra vida, una vida con esperanza y amor.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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