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sábado, 28 de marzo de 2020

REFLEXIONES DE LA PALABRA (CDXXXIX). Domingo V de Cuaresma


La liturgia de este domingo nos prepara para el misterio pascual de Jesús, ahora ya inminente, hablándonos de victoria sobre la muerte. En el evangelio de hoy, Jesús anticipa su propia victoria sobre la muerte, y se revela como Señor de la vida y vencedor de la muerte. Y es que el evangelio de la resurrección de Lázaro es una anticipación del anuncio de la Pascua que contiene también una dimensión bautismal. El signo que aparece en nuestro camino cuaresmal, en la palabra de Dios de este domingo, es la vida. Jesús manifiesta abiertamente que Él, que se nos presentado durante estos últimos domingos de cuaresma como el que apaga nuestra sed o nos abre los ojos de la fe, es también el que es la resurrección y la Vida y el que puede dar la Vida en plenitud.
Porque mirad, la resurrección de Lázaro nos habla de que Dios es el Señor de la Vida, y que la muerte no constituye un límite para Él, sino que tiene poder sobre la ella. Y ese poder quedará demostrada plenamente con la resurrección de Jesús.
Las tres lecturas giran alrededor de esta idea. Ezequiel describe, con la imagen de la reanimación, la reconstrucción de Israel, así el pueblo tendrá una nueva vida; en el evangelio, como vemos, y por decirlo así, es la voluntad de Jesús que reconstruye la vida de Lázaro; y la carta a los romanos pide tomar conciencia del Espíritu de Dios que hay en cada uno, y por eso es indispensable la conciencia de la fe.
Así pues, no se trata simplemente de creer en la resurrección de los muertos que se producirá a su tiempo, sino de creer en la persona de Jesús. En el evangelio está muy claro que la fe no está centrada en el poder de hacer de Jesús, sino en su persona; el acento está en Él: «Yo soy» nos dice constantemente. Y es que la buena noticia de Jesús es Él mismo y es a través de Él que hay vida; por tanto, el que sigue a Jesús ha de reconocer y confesar a Jesús como portador de vida en su plenitud.
En estos días, pues, en los que nos toca vivir cerrados en casa, hemos de afianzar más nuestra fe en la persona de Jesús. Él es la resurrección y la vida. Él nos sacará de nuestros sepulcros, de nuestros confinamientos, de nuestro pecado, para que vivamos. No dejemos pasar esta oportunidad que Dios nos da para volver nuestra mirada hacia Cristo y convertir nuestra vida.


Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.

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