Seguramente que el interrogante que vemos en el Evangelio
que plantea Juan Bautista a Jesús nos puede dejar un poco desconcertados, sobre
todo porque Juan es el que anuncia que Jesús es el Cordero de Dios. Pero
tenemos que pensar que en el momento en el que Juan Bautista manda estos
emisarios está encarcelado. Y durante el tiempo que pasa en la cárcel no sucede
ningún hecho extraordinario que muestre eficazmente la llegada del Mesías que
va a salvar al pueblo de Israel... Y Juan se plantea interrogantes que quiere
aclarar con una pregunta clara que le dirige a Jesús: ¿Eres Tú el que ha de
venir, o tenemos que esperar a otro? Es decir, ¿eres Tú de verdad el Mesías, el
Salvador que estamos esperando, o el plan de salvación tiene a una segunda
persona que lo vaya a llevar a culmen?
Nosotros ya sabemos, al menos se supone que lo sabemos, que
Jesús es el Salvador del mundo, pero a lo mejor nos planteamos otros interrogantes,
como por ejemplo:¿Está realmente presente Dios en el mundo de hoy?.. ¿No
estamos un poco olvidados y dejados de la mano de Dios?
Pues mirad, la respuesta nos la da la segunda lectura: Tened
paciencia. Ese es el consejo que da Santiago a los suyos. Y nos viene como anillo
al dedo, pues a nosotros nos gustaría que se notase más la acción de Dios. Nos
gustaría que la presencia de Dios fuese avasalladora, fulgurante, que los sueños
de Isaías que anuncian que «el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará
la estepa y florecerá... » se cumplieran ya...; pero tenemos que darnos cuenta
de que protagonismo de la historia y del tiempo le corresponde a Dios y no a
nosotros, al igual que, como dice el Apóstol, el labrador nada puede hacer por
adelantar o retrasar la lluvia, y eso, pues lo sabemos bastante bien, con la
que nos está cayendo desde hace un mes y medio... Así que, con las cosas de
Dios, ya sabemos, hay que tener paciencia... muuuuucha paciencia.
Pero entre todo, hay una actitud que debemos tener bien
asentada en nuestra vida, y que es el eje de la liturgia de hoy, que es la
alegría. Una alegría que radica en la presencia de Dios que viene en persona a remediarnos
y a salvarnos. Una alegría sincera y auténtica que tenemos que pedir a María,
la Madre de Dios.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Canal Romero.
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